Adrenalina [priv.]

Ah, la playa. El sol del atardecer, el cálido ambiente de verano. La brisa marina suave y salada, que invita a tumbarse en la arena y relajarse mientras los rayos te tostan la piel. El sonido de las olas que...

—¡ALLÁ VOY!

... o no.

No. Definitivamente, no. Aquel no era el ambiente que Neria veía, y por ese mismo motivo en lugar de relajarse en la playa como cualquier persona normal, su primera reacción fue subirse a uno de los alcantilados mínimamente aptos y, desde allí, lanzarse en una caída libre hasta penetrar en la superficie acuática como una fibrosa lanza caída del cielo.

Con una sonrisa en labios, ascendió en la superficie y al llegar arriba tomó una gran bocanada de aire. Ah, adrenalina. Eso sí que era lo bueno.

-¡Ups! ¿Te he salpicado? -se rió, mientras salía del agua y aprovechaba para soltarse la coleta, ahora que el cabello ya no le molestaría como durante la caída. Se dejó caer sentada en la arena, al lado de la pequeña-. Lo siento, chica -dijo, sacando un poco la lengua a modo de disculpa-. Y bueno, a todo esto... ¿quién eres? Ah, yo soy Neria -sonrió.

—Seh, yo no te veo muy ahogada, ¿no? —bromeó, divertida. Curiosa, siguió el curso de la mirada de la chica quizás esperando ver algo que le hubiera llamado la atención, pero no se encontró más que con el mar. Se rascó la nuca un poco y volvió a dirigirle una sonrisa—. Oye, ¿no te bañarías? Estar aquí tumbada debe ser un aburrimieeento —dijo, alargando la palabra mientras se dejaba caer tumbada de espaldas sobre la arena con los brazos abiertos y una cómica expresión de aburrimiento en el rostro.

—¡Pero mujer! ¿Cómo se te ocurre venir a la playa sin bañador? Eso es un delito federal —le guiñó un ojo, juguetona—. Aún voy a tener que detenerte~

Ante eso último, Neria no pudo más que esbozar una divertida expresión de sorpresa, bromeando.

—Oh Dios, ¿qué acabo de oír? —se río—. ¿Aburrirse? No sé tú, pero yo antes muerta que aburrida —afirmó, muy convencida.

—Uuuuuy... —dijo con cierto tono cauteloso, aunque sin perder el buen humor—. Qué depre a sonado eso, ¿no? —sonrió, ahora un poco más tranquila y cálida—. ¿Malos recuerdos? —preguntó, sin ánimo de parecer indiscreta.

No le pasó desapercibido el gesto con el que la chica se tocó las orejas levemente, y no se le hizo difícil deducir el motivo de esa súbita tristeza. Pero, eh, nadie iba estar triste mientras ella estuviera allí, ¡claro que no!

—Mujer, pues... no hay porqué hablar de ello. ¡Claro que no! Podemos hablar de, eh... ¡Ah! ¡Ahí, mira! ¡Acabo de ver un... un... un pez globo! Sí, eso mismo. Un pez globo que necesita ponerse a dieta. Ahá.

Obviamente no lo había visto, pero eh, ¿acaso importaba?