¡Qué bonito fuego!

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Eran varias las teorías que se habían formulado en esa extraña y piromaniaca cabeza, pero ninguna era lo suficientemente buena como para tomarla como verídica, por lo que se mantenía con los pensamientos distantes y la cabeza apoyada a uno de los barrotes de su celda. Era cierto que tenía consciencia del por qué se encontraba en esa prisión, pero no le parecía tan descabellada la idea, pues era más fuerte su deseo por pagarles el favor a los científicos que la habían hecho fuerte y especial.

De vez en cuando, tomaba su cola e intentaba peinarla. Se preguntaba, también, el cómo sería tener una dueña, una mujer a quién seguir, alguien a quién admirar, querer, amar...

Su cerebro comenzó a fastidiarle con una imagen distorcionada de un niño pequeño muy parecido a ella a la edad de diez y justo cuando casi pudo recordar quién era, el grito de una de las otras gatitas le hizo saltar del susto.

Oh. Vaya.

-Se ve feliz -sonrió Lorelei, acomodando sus gafas-. Espero que sea muy dichosa con su nueva ama.

Genial, ahora no podía recordar qué era lo que antes había estado fastidiándola. Oh, bueno. No sería algo muy importante.

Aquel, había sido uno de esos días de universidad que al fin del día, resultaban tediosos y agotadores, el exponer trabajos, realizar debates y redactar noticias durante la mayor parte del día, no le había sido nada grato. Caminaba con paso cansado y ojos somnolientos hacia su departamento, sin poder evitar soltar un bostezo mientras esperaba que el semáforo cambiara de color para poder cruzar, de forma taciturna miraba el semáforo con sus colores destellantes y una idea, como un flash vino a su cabeza...Quehaceres.

Volteó la cabeza buscando algún lugar donde tomar un café, para así poder mantenerse activa las horas que le serían necesarias para terminar sus labores del día, y en esa búsqueda un poco frustrada, descubrió la tienda, donde ya había estado alguna vez...No había vuelto a pensar en la posibilidad de obtener una Kitty que pueda asistirle con el orden y mantención de su hogar. Se mordió el labio inferior y apagó el Ipod, que en ese momento reproducía "Catharsis- Közi".

Entró a la tienda con cierta inseguridad y antes de que algún dependiente la cogiera allí, se dedicó a observar a las chicas en vitrina. Paseó su vista en todas, hasta que sus ojos se detuvieron sobre una en especial. Poseía cabello negro, y piel pálida, se veía delicada y un tanto aburrida. Sacó una de las manos de su bolsillo y golpeó ligeramente el vidrio.

-Hey...

La puerta se abrió y cerró tras adentrarse una silueta femenina. Lorelei no prestó demasiada atención pues, sinceramente, no se creía lo suficientemente interesante como para llamar a atención de alguna clienta.

Se encontraba más que perdida en sus incompletos retazos de recuerdos cuando escuchó aquél ruido característico de una uña contra el cristal. Era un sonido más que conocido en aquella extraña tienda.

De inmediato, se giró lo suficiente para divisar a una mujer de hermosas y finas facciones, además de una mirada penetrante. Era simplemente: preciosa. Alzó las orejas y meneó la cola con entusiasmo. Quizá aquella pelinegra podría ser su ama... quizá.

—Buenas noches, señorita —maulló.

Paseó su vista en la chica, y la cola que se movía graciosamente. Esbozó una sutil sonrisa y movió su mano ligeramente a modo de saludo. En realidad no sabía bien que hacer, más lo única idea que había en su cabeza, era que aquella chica gozaba de mucha hermosura como para ser enjaulada, a diferencia de otras, que más tampoco lo merecían, poseían rasgos más infantiles, o simplemente no eran de su agrado como lo había sido esta neko en su primera impresión.

-Bajó la mochila de su hombro y entreabrió sus labios para saludar a la chica, pero antes de eso, formó un corazón con sus índices y pulgares entre las dos manos.

-Hola -Susurró bajando sus manos a su mochila, para abrirla sin dejar de observar a la neko.- ¿Sabes limpiar un hogar? - Recordó el motivo principal de su visita en la tienda, no buscaba alguien con quien pasar el rato precisamente, buscaba alguien que se hiciera cargo de lo que ella no podía.

Miró a la joven humana sonreír y hacer una señal que, en la vida, había visto: un saludo. Bueno, no es que jamás la hubieran saludado, o que no supiera lo que era, sino que, durante su larga estadía en la tienda, ninguna joven se había tomado la delicadeza de hacerlo. Eso le agradó en sobremanera. Igual sonrió.

Lo siguiente en lo que se fijó fue que ella la había mirado y que, ahora, hacía un tierno corazón con sus manos. Lorelei amplió su sonrisa y la pelinegra dejó su mechila en el suelo. Enarcó la ceja, pues no entendía bien qué buscaba en el bulto mientras le hablaba.

— Hola —devolvió el saludo.

Asintió marcadamente en respuesta a la pregunta. Bueno, se había puesto con las labores del hogar por un tiempo hasta antes de llegar a la tienda. Y, aunque no lo hacía a las mil maravillas, sí podía decir que lo hacía "bien". En ese aspecto podía defenderse con su esfuerzo.

-Entonces...No puede ser tan difícil - Dijo lo último más para si misma que para su interlocutora, refiriéndose a la idea de elegir a una chica. Ya había visto a esta, había intercambiado palabras, y hasta el momento le había agradado. Sonrió para si y sacó la billetera de su mochila, la cual cerró inmediatamente.

-Irás conmigo -Susurró a la chica antes de voltearse con una sonrisa al dependiente.

Tardó no mucho en efectuar el negocio antes de que el tipo abriera la jaula de la chica tras haber pagado. Había tenido que entregar una no muy costosa suma, aunque bastante fuera de sus expectativas, obviamente era algo que podía permitirse; por unos instantes, adoró su beca.

Miró la hora en su reloj de pulsera, y suspiró ¿Cómo diablo se había hecho tan tarde? Volvió la vista la felina y la llamó con la mano, ignorando las cosas que el tipo le hablaba.

Ladeó la cabeza al escuchar a la pelinegra hablarse a sí misma. Luego miró que sacó algo de su bulto; una sonrisa muy pequeña apareció en su rostro. Si estaba en lo correcto, la chica había escogido ya a su Neko y, además, era muy posible que la elegida fuera ella.

No había sentido esa felicidad desde que hacía mucho tiempo. Ver la vitrina abrirse había sido la cosa más esperada para ella desde que la colocaron dentro. Trató de no sonreír demasiado ni de pasarse de emoción —aún cuando la escuchó decir que sí se iría con ella—, así que optó por respirar lo más tranquilo posible, calmarse y salir lentamente de la jaula.

—Gracias, en verdad —sonrió, abrazándose del brazo ajeno—. Me portaré muy, MUY, bien. La ayudaré en todo lo que necesite.

Miró con cierta extrañeza el gesto, no acostumbrada a las muestras afectuosas rió y se dejó abrazar por la niña pequeña.

-Espero que así sea, o tendré que castigarte -La miró con los ojos entrecerrados y luego soltó una risa ante su bromeo.

Levantó una mano en señal de despedida al tipo que la había asistido en la compra sin siquiera voltear a verle, con la chica al lado. Inmediatamente buscó en sus bolsillos una cajetilla de cigarrillos, sacó uno y lo encendió sonriéndose a la menor.-

-Cuéntame de ti, me gustaría que nos lleváramos bien -De alguna forma, notó la alegría y emoción en la neko, por lo cual no puedo evitar sentir alivio al ver que había hecho feliz a alguien.

Amplió aquella sonrisa que portaba al escuchar la primera broma de su, ahora, ama. Seguido de aquello, adaptó su paso al de la joven que la había comprado al momento que ésta comenzaba su camino fuera de la tienda, de esa que había sido su hogar, de alguna forma.

Fuego. Ahora tenía dueña. Y estaba fumando. Y había fuego en el encendedor. Y estaba fumando. Y había fuego. Y fumaba. Fuego...

—Eh... sí —contestó a una pregunta inexistente.

Y el cigarro. Y el humo. Y el fuego... Fuego.

¿Sí? ¿Qué tipo de respuesta había sido eso? Se preguntó en que diantres estaría pensando la chica, tenía la mirada perdida, perdida en el cigarrillo que traía en su mano.

-Perdón, debí preguntarte antes...¿Te molesta si fumo? -Susurró llevándola hacia en el mismo punto en el que se había desviado hacia la tienda en mitad de la calle. El semáforo estaba en rojo nuevamente.

-Espero que no, soy...Fumadora compulsiva o algo así -Mascullo con demasiada tranquilidad.

Si es que se pudiese, Lorelei sería la esposa y amante incondicionarl del fuego. Tan perdida como se encontraba, mirando fijamente la punta del cigarro que se calcinaba, no podía entender ni razonar lo suficientemente bien como para dar una respuesta coherente. Incluso había dejado de aplicar fuerza al brazo de su ama. Es que el fuego era tan brillante...

Y entonces una ventisca hizo sus gafas caer estrepitosamente —para ella—. Su vista se nubló lo suficiente para aquella mínima llama perdiera su encanto.

—No, no me molesta en lo absoluto —alcanzó a decir, avergonzada por haber actuado como una poseída frente a la chica que la había comprado.

No tardó demasiado en carburar su anterior respuesta y rectificar lo que había dicho, presentándose así como Lorelei.

—Tal vez no sea la mejor en las cosas, pero sí soy la mejor Neko que puedo ser —sonrió al mirar a...— ¡Es cierto, ama! ¿Cuál es su nombre? o, en todo caso, ¿cómo debería yo, su sirvienta, llamarle?

Al ser un tanto distraía con algunas cosas, no quedó a analizar de manera enfática la situación que había sucedido, aunque eso no quería decir que no había notado la extraña reacción ante el fuego. Dio una calda más honda al cilindro matapersonas. De forma que esperó no se viera brusca se safó del agarre de su brazo y se medio-arrodilló a recoger los lentes de la chica. Se preguntó si tendría que llevarla a oftalmia a ver si esos lentes aún servían del todo bien.

Miró si cigarrillo, le dio una última calada antes de dejarlo caer al piso y apagarlo con pisando con su Convers sobre él.

-Lorelei...-Susurró para si misma y sonrió.- Bonito nombre. Me llamo Katherine, pero puede decirme Kathe, o Katto, a tu gusto -Metió ambas manos en sus bolsillos y se encogió de hombros sonriéndole. ¿Cuántos años tienes? -Evitó dirigirse a ella con cualquier apodo que solía utilizar, por incomodarla, tampoco quería ocupar algún sobrenombre que le diera aires de superioridad.

Sus lentes cayeron. Ella los recogió. Lorelei sonrió y los tomó con cuidado de las manos de su ama, colocándoselos de inmediato. Luego vio hasta el último rastro del fuego estinguirse; frunció el ceño levemente ante ello y luego miró a su ama.

—Katherine suena muy serio —ladeó la cabeza—; creo que la llamaré Kathe-sama.

Según había escuchado a muchas gatitas en la tienda, a las amas se les llamaba "sama", así que no sería la excepcion.

Bien. La chica había elegido un sobrenombre, y sincerándose consigo misma, no le agradó. Era justo lo que había querido evitar. Aires de superioridad. Pero ella le había dado la opción de elegir como le llamaría, y la menor había elegido "Kathe-sama". Suspiró.

- Lei-chan te llamaré entonces. - La felina no había contestado a la pregunta de su edad, pero tomó por algo obvio que era bastante menor que ella.

Una ligera brisa golpeó con suavidad sus mejillas, tomó a la chica por los hombros, como si la estuviera abrazándola, para guiarla así a la próxima cuadra, donde se hallaba su edificio.

Se quedó meditando en su diálogo pasado... ¿no sonaba más serio el agregar "sama"? Tal vez sí pero, ya había dado una respuesta, ya no podía dar otra.

—¡Me gusta como suena eso! —sonrió—. Tienes una voz bonita, Katto~

Bueno, si era apaleada por su ama, era seguro que las segundas respuestas no eran algo permitido por ella. Igual y no pasaría nada con que la tuteara, ¿o sí? Sonrió para sí un momento.

Y entonces fue abrazada. Eso le gustó. Volvió a sonreír, más ampliamente. Con algo de lentitud, caminó hacia la dirección indicada, aunque buscando la forma de poder hacer contacto visual con la pelinegra, necesitaba saber la opinión de ella con respecto a lo de omitir el "sama". Pero bueno, se encontraba ilesa, así que no debería haber algo de malo.

—Yo no sé mi edad —retomó la pregunta anterior—... Pero he de ser como tú, o una niña, creo...

- ¿Te gusta? Eso es bueno, linda -Sonrió levemente.- Creo que desde ahora tendrás que escucharme muchas veces - Profirió una ligera risa.

Mientras guiaba a la menor hacia el gran edificio que se alzaba ante ellas, fue buscando en los bolsillos de su chaqueta las llaves del departamento.

- ¿No la sabes? -La miró a los ojos unos instantes y luego le echó una ojeada de cuerpo completo.- No te ves de mi edad, quizás algunos años menor, una niña diría yo - Asintió casi en un susurro y empujó la puerta de la gran estructura. Hizo pasar primero a la más pequeña y le siguió, haló un poco de su ropa para llevarla hasta al ascensor, no son antes saludar cortésmente al conserje de turno.