¡Buscando!

Suspiró en el banco, todos aquellos gatitos parecían maullar, revolverse tratando de llamar la atención de los clientes en la tienda. Cerró los ojos aburrida, no es que le gustara mucho aquello, ni tener una mascota de esa clase. Al abrir los ojos se topó con la espalda de una de ellas. Esta estaba vuelta, y parecía algo desinteresada en todo lo que le rodeaba.

Se acercó a su compañera en la jaula de al lado y le hizo señas mientras sus ojos se distraían contemplando a la de cabellos lilas.

Poco a poco se fue apartando de la pequeña que tenía delante y se desplazó a la jaula contigua. Se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra el cristal donde se encontraba ella. Recogió una de sus rodillas, no podía verla, pero podía notarla detrás de ella.

-¿Por qué no intentas llamar la atención de nadie? -preguntó, como si lo hiciera al aire y se recogió un mechón de cabello tras su oreja.

Se le hacía extraño que la trataran de señora, pero supuso que así les mostraban a hacerlo. Torció el gesto sin volverse, escuchando el suave hilo de voz que era la voz de la gatita. Realmente era nostálgico, o eso le había parecido.

Se levantó alejándose de ella y fue a pedir algo a la encargada, que tras mucho esfuerzo aceptó. Abrió la jaula de la pequeña, pero no para sacarla, pues fue Reiko quien se metió en el lugar y se sentó en una de las esquinas. Encogió las rodillas y se quedó mirando como la mujer cerraba de nuevo.

-Te haré compañía entonces -la miró por primera vez, era más bonita de lo que creía- Espero que a mí no me tengas miedo.

Sonrío tenuemente y se acomodo en el lugar.

Se deslizó hasta quedar sentada junto a ella, pero sin excesiva cercanía. Miró el fondo de aquella jaula. ¿Cómo podrían tenerlas en lugares como aquellos? Por un momento sintió una punzada de rabia, pero calmó sus intenciones frente a la pequeña.

-No puedo quejarme, tu has estado aquí siempre -murmuró y la miró de reojo- ¿Cómo te llamas?

Negó con el rostro y sonrió. Alargó la mano y le dio un toquecito en la punta de la nariz, sin perder aquella sonrisa amable, haciendo que la gatita la mirara.

-Si me tratas de señora y usted, no te lo diré -sonrió aún más- Izzy es un bonito nombre, para una gatita preciosa también.

Le revolvió el pelo divertida.

Recogió los brazos en sus rodillas y se quedó mirándola algo sonriente, ante la atenta mirada de la recepcionista que las vigilaba como si fueran a cometer un crimen.

-Reiko, llámame Reiko -miró el fondo del lugar- ¿quieres salir de aquí, Izzy-chan?

La recepcionista se había acercado y hacia señas de que tenía que salir ya de ahí. Ella asintió y se volvió a la gatita con algo de seriedad.

-¿Cómo? Yo te sacaré -salió fuera pero mantuvo la espalda doblada mientras le ofrecía la mano- Si tu quieres, claro.

Le dedicó una pequeña sonrisa. No tenía demasiado dinero como estudiante, pero había algo en ella que llamaba su atención.

La tomó de la mano y miró a la dependienta, señalandole que se iría con ella de allí y tendrían una nueva jaula vacía. Eso la contento, al menos podría enseñarle muchas cosas a una de ellas, aunque quisiera sacarlas a todas de allí.

Cuando la mujer se alejó para formalizar los papeles, se quitó la chaqueta para ponérsela sobre los hombros.

-Este lugar es horrible -gruñó.

Negó con el rostro y avanzó hacia el mostrador para pagar y firmar los papeles que le ofrecía la atareada encargada. Lo hizo todo rápido y se dirigió a la puerta de salida junto a la pequeña, deteniéndose a mirarla antes de salir.

-¿Qué quieres hacer primero? -sonrió- Y no me digas que lo que yo quiera.

Se quedó pensativa. Era demasiado temprano para irse a casa, pero dar un paseo estaría bien, quizá tomar algo si tenía hambre. Asintió y abrió las puertas del lugar para dejar que pasara.

-Bienvenida al mundo -dijo entre risas y se hizo a un lado. El sol brillaba, y teñía de naranja todos los edificios.

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