Comida francesa...(Cindy y Alyssa)

Cerró el coche y la siguió de cerca. Juntas entraron en el restaurante donde pronto un maître las atendió y las llevó a una mesa tranquila a petición de la profesora. Apartó la silla a su compañera para que se sentará y después se dirigió a su correspondiente lugar frente a ella. Pronto estaban mirando la carta, y ya había pedido una botella de vino.

—Y dime, ¿tienes alguna... gatita? —inquirió enarcando las cejas. Hoy en día era frecuente que cada vez más gente las tuviera, y le interesaba conocer aquello de su interlocutora. Sonrió mientras pedía su plato al camarero y volvía su atención a la pálida belleza que era la joven.

—Si, si tengo... —murmuró mientras veía como servían sus copas.

Después de todo lo raro parecía tener mascotas como aquella. Torció el gesto y apartó los pensamientos de su cabeza. Miró a la joven, no parecía decida a elegir que quería, o estaba siendo tan cordial como siempre. Agarró su copa y se la llevó a los labios para tomar un sorbo.

—El baño da mucha hambre, pide todo lo que quieras sin temor —sonrió. No tenía problemas de dinero, además, una velada tranquila merecía todo el oro del mundo.

Sonrió a aquel comentario que se tomó como un cumplido. Así pues, en unos minutos ambas estaban disfrutando de un mismo plato. Alzó la copa y la alargó hacia la de ella. El lugar estaba silencioso y no demasiado iluminado, lo que era ideal pues inspiraba tranquilidad.

—Porque nos merecemos una gran cena por trabajadoras —sonrió y golpeó la copa de su compañera. Para después apoyarla en sus labios y beber. Sobraría vino, además, no iba a beber más de una copa puesto que después iba a conducir. Le dedicó una sonrisa y se dispusieron a cenar.

Probó de su plato y sonrió habiendo hecho la elección correcta. Continuó con ello parando para hablar, no sin antes pasarse delicadamente la servilleta por los rojizos labios.

—La Boutique, ¿le va bien el negocio? He oído que es muy famoso —preguntó y volvió a coger los cubiertos para comer, no obstante miraba atenta a la joven frente a ella.

Atendió a sus palabras con veracidad y realmente parecía tener un distinguido gusto para esa clase de cosas. Indudablemente, debía pasar alguna vez por la boutique, además, no le desagradaba la idea de volver a verla.

Tragó antes de despegar los labios para responderla.

—Tengo suerte de enseñar a alumnos mayorcitos, no puedo quejarme demasiado —rió por lo bajo mientras terminaba su plato y se daba por satisfecha con el entrante— Mi asignatura es la historia. Le agrada, ¿señorita Alyssa?

Preguntó divertida. No a mucha gente le entusiasmaba la historia, pero para ella era una forma de vida.

La respuesta la sorprendió, es por ello que la miró con sus ojos celestes realmente abiertos. Después, la expresión de sorpresa pasó a una sonrisa agradable y reconfortante. Río, era una risa argentina, con una nota de gravedad.

—Ojalá encontrara alumnos tan interesados como tú —confesó— Es agradable encontrarse con alguien a quien le interesan esas cosas.

Le dedicó una enorme sonrisa, mostrando los dientes blancos sobre los rojizos labios. Llamó al camarero, que menos que tomar un postre. Ella pidió simplemente café para ella, pero a la joven le ofrecieron toda la variedad, desde tartas, pasando por helados, sorbetes hasta bebidas.

—Oh, los amores— la acompañó en su risa y asintió.

Metió en la mano en el bolso que tenía colgado en la silla y sacó un cigarro, más un encendedor del tipo zippo. Prendió el veguero y se lo dejó en los labios. Volvió a tomarlo después de guardado el mechero. Exhaló el humo hacia el techo. No sabía si estaba permitido fumar, pero dudaba de que fueran a decirle nada.

Aquello la llevó a hacer una pregunta, quizá indiscreta. Pero era puramente inocente.

—Alyssa, ¿tiene usted pareja? Es muy guapa, seguro, ha de tenerla — sonrió y sorbió un poco de su café, que estaba ardiendo y cargado como a ella le gustaba.

Volvió a pillarle desprevenida la respuesta, no obstante, últimamente no era tan raro encontrarse a bellas mujeres solteras. Sonrió y apuró el último trago de su café. Normalmente lo bebía en dos o tres tragos pues estaba acostumbrada a tomarlo por su trabajo. Volvió a darle una calada al cigarrillo y negó sonriente con el rostro.

—Debería estar locamente enamorada para ser pareja —exhaló el humo— Prefiero la soltería.

Río con sorna y se apartó para que el camarero recogiera su café de la mesa. A veces la exasperaba esa atención extrema, no dejaban de agobiar a los comensales. El lugar estaba prácticamente vacío, y sumido en el silencio salvo el ruido de una tenue música.

—Hace bien en estar sola, disfrútelo —sonrío con finura.

Volvió a asentir ceñuda, mientras apagaba el cigarrillo con cuidado en el cenicero. De verás había sido una cena agradable después de todo. Sonrió a su compañera encogiendo los hombros con dramatismo.

—Actualmente, la belleza y el dinero son los que rigen el mundo. Tampoco hay que culparles de su ignorancia —terminó de exponer su opinión y miró el reloj de muñeca. Se hacía ligeramente tarde. No demasiado, pero quizá estaba consumiendo demasiado tiempo de la joven boutiquera.

—Es tarde, ¿quiere que la acerqué a casa? No quiero importunarla más —le dedicó una fugaz sonrisa al tiempo que se incorporaba levemente en la silla.

—Desde luego, vamos la acompaño —se levantó sonriendo.

Esperó a que su compañera lo hiciera y la siguió detrás hasta la salida después de haber pagado. Volvieron al aparcamiento y se montaron en el coche. Apenas había bebido, asi que, podía conducir de manera relajada y bien.

—Bien, usted me guiará —dicho aquello arrancó el motor y metió primera saliendo del aparcamiento hacia la carretera, rumbo a dejar a la joven.