Atardecer [priv]

Fue más rápida y hábil que ella, su cola aprisionó la última mano que le quedaba. Sonrió de medio lado, mirándola con dulzura. Su sonrisa, su alegría eran contagiables, y ella misma se sentía aquella temprana noche, llena de energía y vitalidad. Bufó teatralmente.

—Supongo que es justo.

Notó entonces que trataba de escaparse, mas no la dejaría. Sonrió con cierto deje de malicia y la atrajo hacía si, tanto como para que no quedará aire que respirar.

—No escaparás con tanta facilidad —río con suavidad.

Que le tapara la cara, la presencia por sorpresa de su cola sobre los ojos hizo que soltara ligeramente sus muñecas, pero no lo suficiente para escapar. Seguía intentando luchar, pero debido a la cercanía la lucha era mucho más complicada. Y ella era más grande.

Miró su nariz, sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes.

—¿Por qué me miras así? —sonrió y frotó un instante la punta de su nariz con la de ella.

La segunda vez, funcionó al completo. Al dejar nula su visión dejó de hacer fuerza y con ello la joven se zafó de su agarre. Terminó a su lado, pero se incorporó. Le parecía seria de pronto, o como poco, menos enérgica. Quizá la hubiera hecho daño. La miró con las cejas arrugadas.

—¿Estás bien? —trató de comenzar a incorporarse.

Decidió no preguntar más por ahora y gracias a su ayuda pudo bajar casi sin problemas. Aunque hubiera algún amago de caída de por medio. Resopló al tocar tierra firme y suspiró ciertamente aliviada. Era bien de noche, en comparación de la luz rojiza que las acompañaba antes. Apenas había un alma, y ahora sólo las farolas y los animales nocturnos les hacían compañía en el parque. Caminó junto a ella hasta retomar el sendero, en silencio. No estaban tan lejos de donde su coche se encontraba.

—Será mejor coger el coche e ir a casa. Se ha hecho tarde.

La miraba de reojo, escrutando su nuevo gesto. Huidiza o enfadada, seria entre otra cosas. Decidió no hablar, seria mejor dejar que ella lo hiciera, si deberás tenía intención de hacerlo.