Shut up and let me rape you, bitch [Libre]

El mundo era gris.

Sí, jodidamente gris. Lo era desde la mañana, cuado despertaba en un lecho de latas de cerveza y mugre, hasta la noche cuando se dejaba caer casi desfallecida sobre la barra de cualquier pub, borracha, apática y asqueada de todo. No era su culpa que así fuera. Pero sí era su obligación darle un poco de color... aunque este fuera el rojo de la sangre.

Y con ese pensamiento y había salido del pub una noche más. Con esa idea había echado a andar con la mirada muerta por uno de los callejones, y con ese objetivo había cerrado la mano entorno a la muñeca de esa chica desconocida que ahora tenía acorralada contra la pared.

Ignorando sus súplicas e inútiles preguntas, había hecho uso de su fuerza para inmovilizarle los brazos contra el muro con una mano, mientras con la otra le había desabrochado los botones de la camisa. Finalmente la prenda cayó al suelo con un ruido sordo.

Era su responsabilidad y voluntad hacer que las noches de fiesta como esa, en que terminaba demasiado borracha como para darse cuenta de lo que hacía, le alegrasen aunque fuera un poco la vida. De lo contrario se la arrebataría a sí misma en cualquier momento. Y eso, definitivamente, no podía suceder. No mientras aún existieran presas fáciles de las que absorver la energía vital para poder seguir subsistiendo como una jodida parásito.

-Cállate... -dijo con voz grave y áspera, culminando su órden con el impacto de sus labios contra los de la chiquilla. Esa noche, en ese callejón, iba a divertirse. Y le importaba una mierda lo demás.

Alexis impactó su puño cerrado contra el muro, a escasos centímetros del rostro de la chica. En su cara no había expresión alguna; pura apatía.

-¿Quieres morir...? -susurró en un tono que casi sería dulce, de no ser porque las palabras eran frías y afiladas.

Haciendo presión en el agarre en que tenía presas las muñecas de la pequeña por encima de su cabeza, usó la otra mano para empezar a desabrocharle ahora el pantalón. Sin embargo, mientras se encontraba sumergida en la tarea, un rayo de luna le iluminó fugazmente la visión que tenía enfrente. Ante sí apareció el rostro de la chica, bañado en lágrimas. Y unas pequeñas orejitas gatunas entre su cabello.

Alexis maldijo por lo bajo. ¿Una kittie?

Natalie...

En un gesto rápido y brusco, terminó de arrebatarle esa prenda casi de arrancándosela. Ese último descubrimiento le había amargado la fiesta.

Casi podía sentir la presencia de Natalie en cada partícula de su ser. Opacó esa sensación pegando su cuerpo al de la chica, apretándolo contra la pared y hundiendo el rostro en su cuello. Seguro que, de estar ella allí, habría tratado de cualquier modo de evitar que hiciera eso con una kittie. El pensamiento le causó un pinchazo de molestia en el pecho. Jodida Natalie. Jodida su existencia. Tenía que amargarla incluso después de muerta.

Al oír el pequeño grito de la chica le lanzó una fugaz mirada de reojo que ella no llegó a ver y llevó una mano hasta su boca para cubrirle los labios con fuerza. Había sido sólo uno, pero si volvía a hacerlo podía alertar a alguien. Y lo que menos deseaba Alexis en aquel momento era pasar otra noche en la comisaría por violación.

Así que, olvidándose de todo, entreabrió los labios para morder con fiereza la piel del cuello de esa desconocida, manteniendo aún esa improvisada mordaza para ahogar cualquier posible grito de dolor. Y de ese modo fue descendiendo dejando rastros de pequeñas dentelladas en su cuello y hombros.

Sintió un tacto cálido y húmedo en su mano y supuso que la chica seguía llorando. Maldita sea... ese tipo de actitudes la irritaban especialmente.

Separó los labios del cuello ajeno tras una mordida especialmente fuerte que dejó una herida abierta y sangrante. Como si fuera lo más natural del mundo, lamió esa herida y al instante le llegó el sabor metálico de la sangre en el paladar.

-¿Y ahora por qué coño lloras? -dijo con voz malhumorada. Esas lágrimas, ese comportamiento... ¿es que todas las kitties eran iguales? Natalie fue igual: lloraba, lloraba, lloraba...

Alexis entornó los ojos en una mirada amenazante y en un rápido movimiento tomó de los cabellos a la chica, llevándolos atrás contra la pared para hacer que alzase el rostro y la mirase a los ojos.

-Y eso te pone, ¿verdad? -preguntó desafiante-. Conozco a las que son como tú. Lloran y se esconden, se refugian pensando que son las inocentes y sufridas princesitas del cuento -acercó peligrosamete su rostro al de la chica, hablando contra sus labios-. Si tan cruel te parezco, resístete. Trata de vencerme y no te quedes paralizada llorando. Quizás entonces te tenga un mínimo respeto. De lo contrario no dejarás de ser una vulgar puta para mí. Y a las putas les doy lo que se merecen.

Y dicho eso atacó de nuevo a su boca, deborando y mordiendo sin pudor alguno. Una de sus manos descendió por su vientre hasta colarse en el interior de sus braguitas, donde tanteó la piel agena con dedos fríos. La haría gritar. Aunque el sadismo no fuera lo suyo, la haría gritar de dolor.

Ya había perdido la noción de en qué momento había dejado de pensar en ella como si fuera una desconocida para que fuera el reflejo de la estúpida de su Natalie.

Una fugaz sonrisa cruzó el rostro de Alexis cuando percibió esos movimientos de resistencia.

-Esto está mejor -dijo en un murmuro.

La mano con que había intentado tocarla se desplazó ahora hasta su rostro, donde descargó una descomunal bofetada para hacerle girar la cara; y una vez la hubo girado, mantuvo ella la mano en su mejilla para que siguiera con el rostro vuelto mientras atacaba con los labios la curva entre su cuello y hombro, evitando así que ella pudiera girar el rostro para intentar volver a morderla.

Pero no acabó ahí, sino que empezó a descender con los labios por su torso desnudo hasta el inicio de su pecho, pero se topó con el sujetador que aún no le había quitado. Gruñó por lo bajo algo inteligible y pegó su cuerpo al de la chica mientras llevaba una mano a su espalda y trataba de desabrocharlo a ciegas.