Buscando un lugar tranquilo.(LIBRE)

La profesora bostezó cansada nada más cruzar el umbral de la puerta hacia las termas. No es que hubiera demasiadas personas a aquella hora, es por eso que siempre prefería ir en esas. Se cambió y se colocó la toalla sobre el cuerpo, envolviéndose con delicadeza. Ciertamente le dolían los pies del uso constante de los zapatos y lo tensa que se encontraba debido al trabajo no ayudaba. Al entrar se encontró con la espalda de una única mujer, avanzó en silencio y se detuvo unos metros más allá que ella. Dejó caer la toalla y se sumergió casi de golpe hasta la nariz. Eso hizo que tuviera que asomar el cuerpo después, con las mejillas notablemente enrojecidas. Resopló.

—Quema —murmuró abstraída esperando que el contacto con el aire relajara la piel sensible debido al golpe de calor. Quizá fuera más debido al contraste con la temperatura exterior, pero la marca roja que había dejado el agua en su torso sobre el pecho no le gustaba. Se llevó las manos a los ojos y apretó los labios. Vaya un día.

Asintió a las palabras de la mujer y le dedicó una pequeña, casi invisible sonrisa. Imitándola se sumergió en el agua con cuidado y entonces pudo sentirse bien. Estiró los brazos sobre la piedra y dejó que su cuello y espalda se relajaran. No cambiaría un gusto así por nada en el mundo. Después de unos minutos absorta en sus pensamientos se pronunció, mirando el agua frente a ella.

—Es muy relajante —y preguntó después— ¿Viene mucho por aquí? Es la primera vez que me la encuentro.

Sonrió y entonces posó la mirada en su interlocutora. Parecía joven, quizá algo más joven que ella cercanos a la veintena.

Asintió levemente sin mirar a la mujer. Hundió los brazos en el agua y usó las manos como plato para echárselo sobre el pecho. El tacto del agua era agradable sobre la piel. Se recogió el largo cabello de nuevo y devolvió la mirada a la muchacha.

—Vengo siempre que puedo, me gusta esta tranquilidad sin agobios de ningún tipo —río para sí misma— Soy profesora en la universidad y la mayoría de los días acabo cansada de tanto estudiante.

Volvió a usar las manos pero esta vez se humedeció el rostro. Sus músculos comenzaban ya a relajarse y expandirse. Miró los ojos azabaches de la mujer.

—Puedo preguntar a qué se dedica —inquirió.

La Boutique, pensó en el lugar. Había pasado varias veces frente a ella pero no se había decidido a entrar ninguna de ellas, puede que por las prisas. Así que ella era la dueña, vaya una sorpresa. Le sonrió y volvió a sentir. Desde luego sería cansado atender una Boutique tan frecuentada como lo era aquella.

—Nunca he entrado —murmuró— Ahora no tengo escusa para no hacerlo. Al menos la saludaré.

Sonrió con gentilidad y después suspiró con profundidad. Desde luego ser profesora era cansado, pero como cualquier trabajo que diera cara a un público ajetreado, como era el caso de su interlocutora.

—¡Oh! —exclamó incorporándose levemente— Soy Cindy Lover, o Cynthia aunque mejor ese no.

Rió musicalmente. Estaba tan acostumbrada a que usaran Cindy que el nombre completo se hacía extraño en sus oídos. Contempló a la mujer y estiró el brazo hacia ella como si quisiera que estrechará su mano formalmente, aunque nada tenía aquello de formal.

Estrechó su mano con firmeza y sonrió. Tenía un nombre bonito y un apellido que sin duda parecía exótico, casi italiano. Soltó su mano y volvió a apoyar la espalda en su lugar. Tenía una bonita sonrisa, aunque algo triste, por ello no pudo evitar devolvérsela.

Pensó en algo, aunque era descabellado, más en un lugar así.

—Le parecerá que estoy loca, pero, ¿puedo invitarla a cenar, señorita Vitali? —la miró con cierta seriedad. Le gustaba la forma en la que hablaba la mujer y no le importaría tener una charla agradable con ella en otra ocasión.

Volvió a sentirse extrañada por las cicatrices pero despejó su mente de aquella inquietud. Sonrió al ver como se hacia una cola de cabello. Tanto el pelo suelto, como atado, le estaba muy bien. Se incorporó sobre el lugar.

—Entonces esta noche usted es mía —dijo sonriendo. Podría llevarla a cenar a un restaurante que conocía, era agradable, pues no había mucha gente, ni mucho ruido.

—¿Le gusta la cocina francesa?

Volvió a sonreír. El calor estaba ya abrumándola ligeramente, pero aún aguantaría un poco más antes de ir a darse una ducha fría.

El rojizo de sus mejillas fue una respuesta más que clara. Sin poder soportar mucho más salió del agua sentándose sobre las piedras y se secó el rostro con la toalla.

—No hay quién lo aguante ya —sonrió mirándola mientras se secaba las motas de agua que surcaban su cuerpo.

Asintió, ella debería hacer lo mismo. Se envolvió el húmedo cuerpo en la toalla y se dirigió a los vestuarios. Se apoyó en el marco de la puerta antes de entrar y se volvió a mirar a la joven. Sonrió tenuemente.

—¿Qué tal si después de acicalarnos disfrutamos de esa cena? —sonrió y se adentró en el lugar para vestirse.

La voz la sorprendió. Se giró con el cigarrillo en los labios y exhaló el humo. Miró hacia su coche, el sedán que estaba justo frente a ellas. Volvió los ojos azules a los de ella. Los lazos en el cabello le daban un aspecto dulce.

—No sé si tu tendrás coche, pero podríamos ir en el mío, ¿te parece?

En caso de que ella tuviera coche la devolvería de nuevo aquí y sino, tras la cena la acercaría a donde ella le pidiera.

Así las cosas serían más sencillas. La siguió hasta el coche y lo abrió, metiéndose y poniéndose el cinturón de seguridad casi automáticamente.

—Profitez de votre voyage, mademoiselle —pronunció en perfecto francés antes de arrancar y le guiñó un ojo.

No tardarían mucho hasta el restaurante, además ella conducía bastante rápido y el tráfico era casi nulo a esas horas.

[Abre post en el restaurante o como quieras]