De nuevo, loft de Cindy -Priv-

Finalmente ninguna de las dos habló, no más de lo estrictamente necesario. Después del paseo, ambas subieron al coche y partieron rumbo al que sería su nuevo hogar. Pero entonces recordó algo que había dejado olvidado por un momento. No iba a ser la única gata en casa y quizá eso pudiera ocasionar algún problema. Sin embargo, confiaba en Mariko, y confiaba en la chica sentada en el asiento de copiloto. A estás horas dudó que estuviera despierta, así pues, podría retrasar un poco más el encuentro y explicárselo.

—Espero que te guste tu nuevo hogar —la miró de reojo y sonrió dulcemente.

Aparcó el coche en el garaje y tomó el maletín de trabajo. Ya fuera, agarró la mano de la pequeña, quisiera o no. La llevó hasta la puerta de casa y allí la soltó. Abrió la puerta y se hizo a un lado. El loft era muy espacioso, claro. Con amplios ventalanes, aunque de poco sirvieran a altas horas de la noche. Asomó al interior el rostro distraída, no había rastro de nadie y no había luces encendidas. Con ello confirmaba su teoría de que estaría durmiendo. La compra descansaba sobre la tabla de la cocina.

Miró a Nanami, esperando su reacción ante lo que sería su nuevo hogar. Se preguntó si olería la compañía. Si le agradaría el lugar.

Entró tras de ella y encendió una de las pequeñas lámparas del la parte del salón de estar mientras ella examinaba los ventanales. Sonrió dejando que mirará el entorno unos instantes. Así ella fue guardando la compra que le habían traído. Se acercó a ella después y la agarró desde atrás por los hombros. La hizo girar para que viera las escaleras que llevaban a un lugar alto. Estaba cercado para que nadie se cayera de allí, pero se veía que era una habitación desde allí abajo. Eso tenían los lofts, el concepto de paredes parecía haber sido olvidado.

—Esa puede ser tu habitación —sonrió— Si no temes caerte.

Se acuclilló para poder quedar a una mejor altura y se quedó mirándola. Quería ver su respuesta. Era una habitación que nadie utilizaba, grande, alta y que podía ser toda de ella después de acomodada a su gusto. Sino, intentaría adaptarse un poco más a ella.

Sonrió en silencio.

La aceptó, pero una manera demasiado correcta para su gusto. Asintió y se levantó. Contempló entonces extrañada la reverencia y el regreso al trato de usted. No tenía demasiada hambre, pero tampoco quería contrariarla si haciendo aquella labor ella sentía que estaba pagando algo.

—Algo ligero estaría bien, gracias.

Le revolvió el pelo con cierta amargura mientras pasaba junto a ella. Abrió su maletín y dejó lo necesario sobre el escritorio. Acto después se dirigió al cuarto a ponerse más cómoda, con los shorts y camiseta ya trillados y trajo un poco de ropa para ella. Aunque le estaría algo grande. La dejo sobre el respaldo del sofá.

—Por ahora aquí tienes algo de ropa.

Se acomodo en el sillón junto al sofá y se anudó con un lazo negro la larga cabellera dorada en una cola de caballo. Encendió el televisor. No le entusiasmaba demasiado verla, pero un poco de ruido para caldear el ambiente no estaría de más. Procuro no poner el volumen muy alto por no despertar a su otra inquilina.

Distraída mirando un punto del televisor sin ver nada, estaba sumida en sus propios pensamientos. Escuchó como buscaba en los cajones y poco a poco, se iba haciendo a lo que iba a ser su hogar. Una voz desde el pasillo la sacó del ensimismamiento. No esperaba que el encuentro fuera a ser tan temprano, y a la vez tan tarde pues ya era bien de noche. Se levantó al instante y se dirigió hacia ella. La asió por los hombros y la llevó hasta la joven gatita en la cocina.

—Déjame presentarte a alguien, esta es Nanami —soltó a la gata— Y, Nanami, ella es Mariko.

Avanzó y apoyó una mano en el hombro de la recién presentada. Sonrió como pudo, aunque estaba notablemente tensa. No sabía como iba a reaccionar ninguna de ellas, aunque Nanami parecía haber adoptado una postura cordial. Carraspeó y se dirigió a los utensilios de cocina, prefería acabar de preparlo ella misma.

A punto estuvo de cortarse sin querer por vigilarlas. Aunque no fue un encuentro perfecto, había sido más tranquilo de lo que había imaginado, por ello se sintió profundamente aliviada, aunque aún quedara mucho por hacer. Terminó de preparar la mesa y negó con el rostro serio a ambas gatitas.

—En absoluto, cenaremos ensalada las tres.

Esperó a que se sentarán formales y sirvió lo necesario para cada una. No tenía hambre pero se comió su propia porción obediente. Apuró el vaso de agua y se limpió los labios con una servilleta. Apoyó los codos en la mesa y entrelazó las manos. Las miró a ambas con un deje de seriedad, pero una sonrisa sincera en los labios.

—Espero que todas nos podamos llevar y arreglar bien.

Se sirvió un vaso más de agua y miró a la pequeña de la casa, que para ella sería Nanami. Le dedicó una sonrisa para que pudiera sentirse cómoda en su nuevo entorno familiar.

Después de una silenciosa cena, ambas se dispusieron a recoger la mesa. Se levantó con ligereza y se dirigió a su escritorio. Ordenó lo que había que ordenar y lo dispuso todo para comenzar a redactar los dossieres que necesitaría para mañana. Las miraba cada cierto tiempo, quizá compartir las tareas del hogar las hiciera más amigas. Enarcó las cejas y se sentó en la silla. Mordió el lapicero y estiró los brazos por encima de su cabeza.

—Acabemos con esto —murmuró.

Quedó absorta en sus pensamientos y en lo que escribía. Olvidando casi que estaba acompañada y aplazando al menos una hora de las preocupaciones acumuladas a lo largo del día.

Terminado de hacer sus cosas, recogió con cuidado todo el papeleo de la mesa y lo dejo en el maletín de nuevo. Tenía la espalda dolida y también los tobillos de usar constantemente los zapatos de tacón alto. Caminó hasta el sofá y se tumbó en el todo su largo, encendiendo la televisión que pronto llenó de ruidos la estancia.

Bostezó ligeramente. Oía detrás de su cabeza a las gatas conversar, al menos eso era un avance. Que pudieran hablar.

Miró la televisión y gimoteó al encontrar la postura adecuada, donde nada le dolía.

No podía negar que se estaba quedando ligeramente adormilada en el sofá, más que eso, en un estado de desconexión en el que se sentía muy a gusto. Cuando ambas gatitas se acercaron salió ligeramente de su ensoñamiento y encogió las piernas, dejando hueco en el sofá por si alguna de las dos quería tomar asiento. Cambió canales sin apenas mirarlo hasta decidirse por una película que ya estaba a medio comenzar.

—¿Ya habéis terminado de recoger todo? —inquirió sin apartar la mirada de la caja tonta.

Ya que la tenía más cercana le dio un pequeño golpecito amistoso con el pie a Mariko en el hombro. Era la que más reacia parecía a todas esas funciones, aunque cumplía con las que le exigiera.

Rió ante el comentario de Mariko. Realmente la hacía reír con sus gestos y salidas de tono. Dejo que se abrazara a su pierna sonriente. Nanami se había sentado a su lado, lo que le hizo pensar que habían comenzado a llevarse mejor. Se incorporó en el sofá, y se quedó sentada en su mitad. Con ambas manos dio un golpecito a cada lado libre de este.

—Vamos, sentaros aquí conmigo —inquirió con una voz suave.