Musas... (Libre)

Tenía una mala época, estaba atascada en su novela y necesitaba urgentemente encontrar un final. La editorial por su parte ejercía más presión y sabía que dentro de unas semanas su plazo expiraría y tendría que buscar otra compañía... eso era muy trabajoso. En definitiva, ese día no podía pasar sin que hubiera al menos pensado el final. Pero para ello, necesitaba inspiración, y las paredes de su casa no podía dársela, así que salió a un sitio cotizado, donde hubiese un ambiente agradable. La pastelería era un buen lugar.

Tras pedir un café sin azúcar, sacó su pequeña libreta yy con una mirada distraída observó a las personas de manera discreta, a la busca de una buena musa.

Un día más había conseguido escapar de las garras de los guardas. Al final me daban pena, eran demasiado predecibles, tanto sus movimientos como sus posibles reacciones. Sinceramente me decepcionaban, en un principio, fue muy difícil salir de allí, al parecer con el paso del tiempo se hacían más lentos.
-¿A donde vamos hoy?- hablaba conmigo misma, siempre lo hacía. Al estar en plena hora punta, las calles estaban llenas de transeúntes que o bien daban un paseo, o bien se dirigían con prisa hacia algún lugar, la expresión de su rostro me resultaba divertida, preocuparte por cosas tan tontas como el dinero me parecía una perdida de tiempo y de salud.

Despreocupada, seguí mi camino, siguiendo a mi instinto. Podía notar como ciertas personas me miraban con recelo, probablemente las orejas y la cola no se consideraban algo normal, sobretodo si esta última se movía sin parar.

Paré en seco delante de uno de los escaparates quizás más lindo que había visto nunca. Y ¿qué había en su interior? ¡Dulces! El aroma proveniente de la tienda era sin duda una tentación. Buscando en mis bolsillos encontré algunas monedas... mejor no mencionar como las había conseguido.

Así que con paso firme decidí entrar en la tienda, una vez dentro observé que todas las mesas estaban ocupadas, en un principio dí media vuelta para irme. Pero, con el picaporte de la puerta aún en mi mano, algo llamó mi atención, una chica, sentada en una de las mesas que no se encontraba muy lejos de mí.

Mi curiosidad era una de mis perdiciones, casi sin darme cuenta me encontraba delante suya.

-Dis... disculpe, le importa si me siento a su lado, es que no hay sitio y...- mientras hablaba no pude evitar sonrojarme me sentía algo incómoda, es extraño como para algunas cosas mi vergüenza no existía, pero para las cosas simples siempre acababa balbuceando.

Comenzaba a sentir la frustración, al ver que nadie tenía el perfil que buscaba. Necesitaba una muchacha joven y vivaz, parecida a la protagonista de su historia, para poder observar sus movimientos y reacciones. Sin embargo, tan sólo encontraba gente mayor, ancianitas chismosas y las pocas jóvenes que veía eran demasiado ruidosas.

Suspiró pesadamente, removiendo el café y pensando a dónde iría después. De pronto, escuchó una voz y alzó la mirada al sentir que esa voz iba dirigida a ella. Tan pronto como sus ojos captaron la bonita figura de la chica, sus mejillas tomaron un ligero tono carmín y sus ojos casi brillaban al ver esas adorables orejitas.

-Por supuesto... espera que quite estos trastos.- contestó reaccionando rápidamente y apartando el bolso y una chaqueta del asiento cercano. Sonrió amablemente y feliz porque parecía que el día no estaba tan perdido.

-¿Vienes sola?

Pude ver su sonrisa, acompañada de su voz. Su tono era dulce a la par que amable, me senté a su lado, negando con la cabeza ante su pregunta.

-No... digamos que... los demás no aguantan mi ritmo- sonreí, pues si no fuese de esa manera no podría haber burlado a los guardias.

Observé a mi momentánea compañera durante un instante, su mirada gatuna resaltaba sobre su piel morena. Su cabello oscuro, parecía suave al tacto y su figura envidiable. Yo en cambio... aparte de mi inquieta cola era de lo más normal.

-Me llamo Rruri ¿y t...?- un olor delicioso llegó hasta mí, mis orejas se pusieron alerta, sabía perfectamente de que se trataba, chocolate. Sin mediar palabra me levanté de la mesa para pedir un chocolate caliente. Una vez me hice con él volví a la mesa saboreando su dulce sabor. Miré de nuevo a mi compañera algo avergonzada por mi comportamiento siempre impulsivo.

-Gomen... no pude evitarlo me encanta el chocolate- sonreí, estaba realmente contenta hacía ya mucho tiempo que no lo probaba. Tomé otro sorbo, lento pasándome la lengua por los labios una vez lo acabé.

-¿Quieres?- le ofrecí amablemente pues no podía hacer otra cosa, ella me había dejado sentarme a su lado.

Entre a la pastelería buscando algo delicioso que sentir en mi lengua amaba las cosas dulces y chocolatosas
No pude evitar mirar a una pareja que estaba sentada sonriendose una a otra digamos que se veian muy lindas juntas aunque no parecia que se conociesen mucho

-Uno de fresas con chocolate para llevar por favor- pedí al mesero mientras analizaba los movimientos de aquellas peculiares chicas

Regrese al mostrador notando un pastelillo en forma de corazon era de un chocolate bastante fino y no pude evitar pedirlo o darme cuenta que lo envíe hasta que las chicas lo tuvieron en la mesa
Recibí mi pastel y observando su reacción discretamente; di una probada ami pastel