Esperando o desesperando [libre]

Rió con musicalidad, era una risa argentina, pura. Deslizó el dedo índice por su nariz y volvió a mirar alrededor. Tenía cosas que hacer, el trabajo, pero por alguna razón no podía irse de allí, de pronto. La miró con los ojos entornados.

—Pareces estar cansada, debería irme y dejarte descansar... —se detuvo y volvió la mirada a las jaulas. ¿Cómo podría decir que la dejaría descansar allí? Bufó incorformada y se acercó a ella. Se acuclilló y posó las manos en sus hombros.

—Ven conmigo, aunque sean solamente unas horas, no puedo dejarte... dormir, en un sitio tan frío —calló por no regalar adjetivos aún peores. Respiró pues se estaba azorando —Lo siento, debo estar asustándote.

Clavó sus ojos celestes en los de ella, pero solo unos instantes pues no pudo resistir su mirada

Aún acuclillada mantuvo la mirada fija en el suelo unos minutos. No podía llevársela en aquel instante, tenía que encargarse de un problema en la universidad. La miró de reojo. Reaccionando, se quitó la fina pulsera plateada y brillante que llevaba. Tomó la muñeca de la gatita con finura y se la puso con cuidado. La miró sonriendo sin despegar los labios.

—Quiero que te lo quedes, es un regalo —recogió con cuidado el pelo que caía sobre su rostro— Volveré más tarde y quiero que pienses algo. Juzga si crees que soy suficientemente buena para tenerte, sino, me resignaré a aceptar que no lo soy.

Sin perder la sonrisa se levantó, no sin antes permitirse el lujo de dejar un pequeñísimo beso en su mejilla. Antes de marcharse y pedir a la encargada que dejaran tranquila a aquella gatita, se quitó el jersey negruzco que llevaba. Lo tendió sobre sus piernas.

—Guardame esto —no se creía que dentro de aquellas jaulas no hiciera frío— Volveré pronto. Es una promesa.

Lo dijo con contundencia, esta vez sin pestañear ni apartar la mirada de sus bonitos ojos. Sonriendo se volvió, con intención de terminar apresurada su tarea y regresar.

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Finalmente había tardado más de lo esperado en solucionar los problemas. Necesitaría aún más becarios para poder llevarlo todo a punto. Cuando hubo terminado se precipitó al sedán lanzando el maletín al asiento del copiloto, arrancó y pisó los pedales con intención de llegar a su meta. Y no era su casa. Bajó del vehículo y cruzó la acera con paso lento pero decidido. Una vez dentro de la tienda dedicó una sonrisa cordial a la dependienta, que le señaló la jaula donde pudo verla dormir.

Sintió una pequeña punzada en el pecho, sintiéndose aliviada, como si en el transcurso de aquellas horas hubiera podido desaparecer, o peor, llevársela. No quiso despertarla así pues se dedicó a mirarla sentada en el pequeño banquito que había frente a ella.

Cruzó los brazos sobre el pecho, sin poder hacer desaparecer la media-sonrisa que se había dibujado en sus labios. Era como una niña pequeña, pero de mirada más triste, aunque a través de ello se pudiera apreciar una gran energía. Quería hacer que volviera a emerger, poder curarla del pasado que la estaba haciendo daño.

Cerró los ojos inspirando profundamente y elevó la barbilla. Si bien la tristeza humana le solía ser indiferente, no podía deshacerse de los sentimientos que ella le inspiraban.

—Déjame ayudarte —murmuró para sí misma.

Absorta en sus pensamientos, percibió el movimiento por el rabillo del ojo. Ya estaba despertando y al parecer se ocultaba en el jersey para protegerse de la luz, quizá. Se levantó y caminó hasta estar frente a la jaula. Llamó con mucha delicadeza con los nudillos, lo suficiente para que se hiciera notar. Al margen de la sombra que ahora mismo proyectaba sobre el lugar.

Encogió los hombros ante el reproche de la dependienta, que se acercó a abrir la puerta. Ahora podría escuchar tu voz.

—Vaya, el jersey te esta como una manta —rió levemente, dando unos golpecitos donde debería estar su cabeza. Esperó con la mirada, verla asomar.

La saludó brevemente con la mano. Estaba perezosa y notablemente adormilada aunque ya hubiera abierto los ojos y se hubiera pronunciado. Sonrió, volviendo a tomar asiento en el aún vacío banquito frente a ella. Antes de continuar charlando con la pequeña, aguardó unos instantes en silencio.

—¿Te encuentras mejor? —posó con delicadeza la mirada sobre ella, como si el hecho de hacerlo rotundamente pudiera romperla.

Cruzó las piernas y recogió las manos sobre la rodilla. No es que se encontrara incomoda, sino más bien ciertamente inquieta como para no saber en que posición se hallaría suficientemente cómoda. Apretó la mandíbula levemente.

Volvió la mirada para verla arrodillada frente a ella. Negó con el rostro y le dedicó una pequeña sonrisa.

—No, sólo estaba pensativa —sonrío aún más.

Sin pedir su permiso la asió por los brazos y la sentó sobre sus piernas. Era bastante más ligera de lo que esperaba. Se preparó para las riñas por su parte o que aceptará aquel pequeño gesto. Ahora que podía mirar sus ojos desde más cerca se sintió más agradada.

Sonrió al ver el rubor de sus mejillas y su incierta actitud huidiza. Lo entendía, quizá había sido muy brusca, pero desde luego le hacían faltan aquellos gestos. Ella misma los quería. Vio su cola moverse con energía y eso la alegró, sonsacándole una mayor sonrisa. Buscó sus ojos y se detuvo a mirarlos con profundidad cuando los hallo. Enarcó ligeramente las cejas.

—¿Y por qué no? —le dio un golpe en la barbilla— ¿Estás cómoda?

Rodeó su cintura con un brazo y buscó en su bolsillo mientras tanto, hasta encontrar lo que había cogido antes de entrar. Era una bolsita de dulces que se suponía debían a agradarles. Se lo ofreció, mirando el paquete como si fuera un nuevo descubrimiento.

—He comprado esto... ¿te gusta? —hizo una mueca de confusión.

Le entusiasmó que le gustaran, así pues se sintió más confiada en aquel momento. La gatita metió la mano en la bolsa y sacó dos, ofreciéndole una a ella. No le gustaba mucho el dulce, por no decir nada, pero no quiso rechazarlo. No obstante lo cogió con los labios y lo tragó con rapidez.

—No está mal —le agradaron más de lo que esperaba.

Con la mano libre se apartó el cabello dorado hacia un lado. Se limitó a contemplarla disfrutar de aquellas golosinas. No podía creer el cambio en su actitud desde horas atrás hasta entonces. Y que ella hubiera podido ser un desencadenante. Miraba la nada y no pudo evitar una risita ante tal pensamiento agradable y esperanzador.

Lo degustaba con ganas. Se había percatado de la presencia de la cola enrollada a su alrededor, pero era reconfortante, no tenía nada de lo que quejarse. Le devolvió la mirada y sonrió deslizando el dedo por la línea de su nariz, de arriba a abajo.

—Me agrada verte así —apartó el dedo de su nariz— Tienes una bonita sonrisa, ¿sabes? Deberías mostrarla más.

Era cierto. Se sentía contagiada por aquellas dulces sonrisas, la energía que sus ojos conferían. La empujó con el brazo aún más contra ella, evitando que así pudiera caerse, aunque eso les ofreciera un menor espacio.

Apretó los labios. No quería volver a despertar su nostalgia, si bien iba a estar constantemente a su lado. Sentía la calidez de su aliento cuando se acomodo en su hombro. Parecía estar bien allí y eso se sentía sumamente reconfortante. Se mantuvo rígida unos instantes hasta que se dejo hacer al calor que ella le daba. La abrazó, la guardó entre sus brazos y la llenó de pequeñas caricias en su espalda, en sus cabellos.

—Estaré siempre aquí para ti —susurró ligeramente distraída.

No pudo evitar dejar un beso en la base de su cabeza. Sus ronroneos parecían actuar como tranquilizante para ella también.

Carraspeó ligeramente incomodada por la sensación de calidez que su lengua había dejado en su mejilla. A pesar de que fuera una mascota, tuviera orejas y cola, era prácticamente una niña humana. Sonrió como pudo olvidando aquel gesto para evitar azorarse.

—Pensaba en ti —confesó— Me gustaría saber más de la chica que se acurruca contra mí.

Mantuvo el abrazo tan cercano como antes. La tenía tan cerca que podía oler su cabello, a una flor cuyo nombre se le escapaba.

Evadió su pregunta con un cuestionario personal, no obstante, no quiso retomar indagar en ella si no lo deseaba así. Posó la mirada en sus curiosos ojos y devolvió la sonrisa. Utilizó dos dedos para volver a apartar el pelo sobre su rostro.

—Soy profesora de historia y actual rectora de la universidad —se detuvo y miró hacia el exterior antes de regresas a sus ojos— Y sí, tengo un loft bastante cerca de aquí. Espacioso. Podría gustarte.

Dejó caer la oración con inocencia, sin embargo había más intención en ello que en la anterior palabrería. La miró detenidamente, con una media sonrisa rebosando por su comisura izquierda.

Podía comprender en cierto modo su situación, aunque jamás podría ponerse en su piel, vivir algo como aquello. Como profesora de su materia, sabía que cada uno era dueño de su propia historia, pero por fortuna podría reescribirse. Aunque en la vida fuera más difícil que en un libro.

La miró ahora menos sonriente y tenuemente dubitativa.

—Me preguntaba —la miró a los ojos directamente— Si me darías la oportunidad de intentar hacerte feliz.

Eran palabras muy grandes, pero eran totalmente ciertas. Había tenido tiempo suficiente para replantearlo, y ahora no podía renegarlo. No podía negar de ella, ni se daría por vencida aunque respondiera que jamás tendría esa oportunidad.

Era su decisión. Y no iba a cambiar.