Loft de Cindy /privado, Cindy y Mariko/

Por más que lo intentara apenas podía resistirse a aquella provocación. Después de enredar con aquella suave lengüita en su lóbulo, le dio un tierno beso. Pasó las manos por su cintura, que a pesar de ser tan joven, se veían anchas y formadas.

La miró a los ojos, con un deje seductor.

—¿Es lo que deseas? —deslizó un dedo por su boquita y la miró sonriendo de medio lado—. Yo si lo deseo.

Ya estaba. Había cruzado la línea del límite de su control. Ahora, no podía resistirse al encanto que se removía bajo sus brazos. A aquel gatito, el recuerdo de la calidez de su lengua.

Se había dejado hacer hasta aquel instante. Sintió la mano de la muchacha sobre su pecho, y su lengua paseaba deliciosamente por su cuello. La apretó por la cintura contra su cuerpo. Apartó la mano que agarraba su pecho e hizo que la rodeara por el cuello también.

—No hagas nada —susurró en su oído.

Deslizó la boca hasta su cuello y lo lamió con la punta de la lengua hasta su barbilla, donde dejo un pequeño mordisco. Sus manos acariciaron sus piernas, una de ellas se instaló en su trasero el cual masajeo con suavidad y la otra se escurrió bajos sus ropas hasta sus pechos.

La piel de todo su cuerpo se erizó al escuchar aquel inocente gemido. Puso los ojos en blanco, llevada por el deseo. Podría decirse que aquellos ruiditos eran su mayor debilidad, y escuchar a un gatito así gemir de aquella manera la volvía loca.

—Mariko...

Alcanzó sus labios, besándola con intensa humedad. Mientras sus manos la desprendían con suavidad de la ropa, dejando su pecho al descubierto. Abrazó su espalda y besó su hombro, descendiendo hasta su clavícula, besando entre ellas, jugando con sus pechos.

Sus dedos jugaban, alrededor de su ombligo, sin dejar de escuchar cada una de sus respiraciones.

La intensidad de los jadeos de la gatita iba en aumento, y con ello su propia excitación. Sin dejar de deslizar la lengua por su pecho, bajó los dedos que jugaban en su ombligo, para colarse debajo de sus shorts. Juraría que sentía la humedad incluso a través de la ropa, y ahora, sus dedos se encontraron con su sexo caliente.

—Vaya —susurró divertida, y comenzó a acariciarlo con las yemas de los dedos con mucha suavidad—. ¿Te gusta que te toque aquí?

Río con ironía, mirando el cuerpo ya casi desnudo de su mascota. Quería arrancarle aquellos shorts que estorbaban a su mirada.

—Quítatelos y siéntate sobre mi de nuevo —ordenó. No podía dejar de mirarla, y aquello no había ni empezado aún.

La gatita había obedecido su petición y eso hizo que sonriera extasiada. La sentó sobre ella y sintió entonces aquella calidez tan especial. Deslizó las manos por sus caderas, su cintura, ascendiendo. Negó con el rostro a su disculpa y se acercó a sus labios, para rozarlos levemente con los suyos.

—No hay nada que lamentar —acercó su boca a su orejita y susurró—. Muévete contra mi, úsame cuanto quieras.

Para reforzar sus palabras estiró ligeramente la pierna, haciendo que su muslo se apretará aún mas sobre aquella exquisita humedad. Cogiéndola por la cintura, la ayudó a deslizarse suavemente, atrás y hacia delante.

Su boca se encontraba mientras tanto besando su cuello, brindándole pequeños lametones, dejando pequeños rastros de brillante saliva. Sonrió de satisfacción, rozando el cinismo.

Sentía que se estaba sonrojando presa del deseo que sentía. Los ligeros vaivenes de ella pronto se volvieron más intensos, sentía mojada su pierna y los jadeos de Mariko, la hacían desear más por momentos. La gatita besaba su boca con desesperación. Deslizó una de las manos que descansaba en su cintura, que se acomodo en su entrepierna. Usó el pulgar para estimular más la sensible zona de la kitty.

—Me volverás loca —susurró, perdiendo la mirada en sus movimientos. Quería sentir más el roce de su piel sobre ella. Utilizó la mano libre para quitarse, casi arrancarse, su propia blusa y la lanzó fuera. Apretó a la jovencita contra ella, de manera que sus pechos chocaron en una caricia deliciosa.

Siguió tocando el cuerpo entero de ella, besando sus labios, cada esquina de su piel, mordiéndola, y arañandola con suavidad.

Terminó sobre ella, con una de sus piernas enredada en su cuerpo y la otra jugueteando en su entrepierna, en la cual ya se notaba la caliente humedad. Ensanchó la sonrisa mostrando la afilada dentadura y jugueteó más con los dedos a lo largó del sexo de la gatita.

—Será un placer —murmuró riendo con coquetería. Deslizó las manos para abrir sus piernas, e instalar el cuerpo entre ellas. Mientras masajeaba el interior de sus muslos, deslizó la lengua por su cuello, por el centro de su pecho, descendiendo por su vientre hasta el ombligo, dejando una línea de saliva.

Lamió en círculos alrededor de su ombligo y continuó descendiendo su boca, besando su piel. Al llegar sobre su intimidad se apartó y deslizó la lengua por su pierna, desde lo alto de la rodilla, volviendo a acercarse con lentitud.

Miró con un brillo malicioso los ojos de la kitty.

—¿Te gusta esto, Mariko?

Acercó la boca, pasando por el interior de su muslo y exhaló la respiración sobre su entrepierna. Lo acarició con la punta de la nariz, podía sentir la humedad allí, mojandola.

Sonrió y la empujo con suavidad con una mano, haciendo que se recostara de nuevo. Deslizó los dedos por su entrepierna, y acercó su lengua, para comenzar a lamer en pequeños círculos, que poco a poco comenzaron a aumentar de intensidad. La besaba, como si fuera su boca.

Sus manos subieron por su cuerpo y se asieron a su pecho. Tomó los pezones entre sus dedos y los pellizco con dureza, pero a la vez, con delicadeza.

La humedad bañaba su boca, y se deslizaba en pequeños hilos por su barbilla. La miraba, quería ver como se venía. Paró un instante, relamiéndose los labios. Los sentía salados y a la vez dulces, de una dulzura que no había probado nunca. Volvió hundir la lengua en su sexo.

Apartó la boca de entre sus piernas y un denso hilo se extendió, cayendo sobre su barbilla. Se relamió los labios, sintiendo la boquita de su gatita en los dedos. Le encantaba aquella pequeña lengua, deseaba que la deslizara por todo su cuerpo. Hundió más los dedos en su boca, a la vez que subía hasta llegar a su rostro, pegando todo su cuerpo al de ella.

Besó su cuello.

—Si esto te duele, sólo dímelo.

Deslizó los dedos por su entrepierna, humedeciéndolos. Acarició con uno de ellos alrededor de su abertura, y mirándola lo metió dentro de ella. Moviendolo con suavidad, hasta que pudo meter uno más. Metía y sacaba con sosiego sus dedos, a cada vez, más profundo.

Le apasionaba ser ella quien estuviera tocando de ese modo a la gatita, ella y solo ella.

A medida que sus gemidos aumentaba, la intensidad con la que movía sus manos iba en aumento. No podía dejar de besarla, de acariciar su cuerpo con la mano que tenía libre. Dejarse hacer por sus inocentes besos. Le encantaba ver como se revolvía bajo su cuerpo. Deslizó la mano desocupada y estimulo con los dedos su clítoris.

Podía ver en su rostro, la lujuria, el deseo. Deseaba que se viniera una y otra vez, sólo con ella.

—Mariko...

Mordió su labio inferior con suavidad, estirando de el. Besándola, jugando con la punta de su lengua en la de ella. Quería sentir su deseo, que arañara su espalda hasta levantarle la piel, que la besará, que gritara en su oído.

Cerró los ojos un instante, dejándose hacer por aquella boquita que la volvía loca. Notó aquella tímida lamida que hizo que arqueará la espalda, llevada por el deseo. La miró, parecía tan inocente y a la vez tan provocadora, jugaba entre su entrepierna, como el gatito que era. Y le alegraba profundamente que fuera ella quien le diera a probar la lujuria. Ella, sólo ella. Hasta el momento jamás se había sentido tan posesiva con alguien, pero empezaba a serlo con ella.

—Mariko... tu lengua —su voz era seductora, franca y directa. . Hizo chasquear la lengua en su boca dulcemente, mientras entre una ligera y maliciosa risita rodeó con las piernas los hombros de la gatita.

Chasqueó la lengua dentro de su boca una vez más ávida. Su pie derecho comenzaba a descender por su espalda sinuoso, en una caricia que la incitaba al roce.

No tardó en venirse en la boca de su mascota, por lo que no pudo evitar estirar de su pelo al llegar al clímax y sentir como se derretía.