Loft de Cindy /privado, Cindy y Mariko/

Sonrió y le devolvió el beso con dulzura. Su pecho se agitaba con intensidad arriba y abajo, aún recuperando el aliento. Cuando su respiración se normalizó, revolvió el pelo de la gatita divertida, y se quedó mirándola acariciando sus mejillas con los dedos.

—Eres muy amable —sonrío aún más.

Dejó caer la cabeza y cerró los ojos, suspiró profundamente sintiendo como la tibieza de sus mejillas iba disminuyendo poco a poco.

La alegría de la chica le sonsacó una pequeña sonrisa. Terminó de ordenar lo que había de ordenar y se dirigió al baño, a lavarse el rostro. Salió estirando los brazos con energía y se puso una camisa blancuzca. Bostezó mientras se acercaba a la cama y se sentó en el borde, apagando la luz grande y encendiendo la de la mesilla.

—¿Estás cómoda? —preguntó.

Se metió en la cama y se quedó recostada sobre el respaldo. Bajó el rostro y le dio un pequeño beso en los cabellos. Olían a champú.

—Mañana he de trabajar, y me iré bien temprano. Intentaré no despertarte y pórtate bien hasta que yo vuelva —quedó pensativa—. Si quieres salir, puedes hacerlo, pero lleva esto contigo.

Metió la mano en el cajón y le lanzó un teléfono móvil, del cual colgaba un adorno, una pequeña figurita de un gatito. Ensanchó la sonrisa.

—Espero que sepas usarlo.

Lo que le rogaba la gatita era complicado. Cerró los ojos acariciando sus cabellos, profundamente pensativa. Tenerla rondando por la escuela podría conllevar problemas, pero al menos podría llevarla un día. Seguramente se aburriera de ello, y no quisiera ir más.

—Está bien, pero, no podremos estar juntas demasiado tiempo —murmuró.

Se recostó en la cama de lado y la abrazó contra su pecho, sin dejar de enredar en su pelo. Dejó un beso en su frente, ligeramente ceñuda.

Asintió con seriedad, siguiendo las caricias en su pelo y detrás de sus orejas. Podía sentir su cálida respiración cerca de su cuello, y sentía el latir cada vez más calmado de su corazón. Esperaría a que se durmiera, sólo entonces intentaría dormir ella también.

—Buenas noches —susurró al ver que se dormía.

Revisó el despertados y cerró ella los ojos también. No tardo demasiado en conciliar el sueño, pero una vez más, las pesadillas le dieron una noche agitada.

El roce en su mejilla hizo que despertara. Por unos minutos se sintió aturdida, hasta que se encontró en su cama, junto a la gatita. Bufó, estirando la mano hacia ella.

—Sólo es un mal sueño.

Murmuró e intentó sonreír para calmarla. Se frotó los ojos y se deslizó hasta el borde de la cama, levantándose aún a oscuras. Miró el reloj.

—Voy a darme una ducha, puedes quedarte en la cama, aún queda tiempo.

Cogió una toalla y se metió al baño de la habitación, encendiendo el grifo de la ducha, mientras se desprendía de la poca ropa que llevaba.

Sonrió como pudo notando a la gatita a su espalda. Disfrutó del masaje como pudo y salió de la ducha al de un rato, sin mediar palabra. Caminó en frente del espejo y limpió con el dorso de la mano el vaho del cristal, para poder verse. Comenzó a acicalarse con mimo. Miró a la chica a través del espejo.

—¿Podrías prepararme un poco de café?

Aquel día se ató el pelo en una cola de caballo con un lazo de color negruzco. Se vistió con avidez y se puso los tacones, que pronto resonaron a lo largo de la casa con su firme caminar. Se dirigió a la cocina, dejando sobre la mesa la cartera con sus cosas.

Tomó el café y la tostada que había preparado en silencio, revisando unos papeles que tenía sobre la mesa. Ya casi era la hora de partir, se levantó y recogió las cosas con cuidado de no olvidarse nada. Se acercó a la pequeña gatita y besó su mejilla.

—¿Vamos? Espero que te portes bien —dijo con seriedad.

Dicho aquello salió del loft junto a ella, dirigiéndose hacia el aparcamiento para coger el coche y dirigirse a la escuela.

Negó con el rostro y apuró la copa que tenía en la mano. Se sentó en el escritorio al otro lado del sofá y separó unos montones de trabajos sobre la mesa, sacó la pluma y se dispuso a corregir después de haberse cambiado y puesto una blusa y unos shorts.

—Ve un rato la tele, tengo que acabar esto para hoy —señaló sin alzar la mirada de los papeles que devoraba con los ojos.

No tardo demasiado, un par de horas. Se levantó cansada y se asomó por el sofá, para ver a la gatita tumbada allí aún. Le dio una palmada divertida en el trasero y le sacó la lengua en forma de burla.

Cruzó los brazos sobre el pecho cuando sintió que cubría sus ojos, e hizo ademán pensativo. Alargó entonces los brazos hacia atrás y agarró la cintura de ella, pegándola contra ella y sintiendo sus pechos deliciosamente sobre su espalda.

—Eres... ¿mi linda gatita?

Se zafó de las manos que la cubrían con suavidad y giró sobre sí misma. Se sentó sobre el respaldo del sofá y la atrajo hacia así. Admirando su atuendo y sus nuevas braguitas. Esta vez no pudo mirar sus ojos, pues estaba absorta en lo que estaba viendo. Hizo que diera una vuelta agarrando su mano.

—¡Guau! —rugió y se echo a reír, la rodeó por la cintura y la atrajo hacia si, besando sus labios con lentitud pero mucha humedad.

Su imaginación volaba cuando ella se sentó y abrió las piernas sugerentemente sobre la mesa. Se acercó y besó su cuello y sus hombros. Tomó la muñeca de la gatita y llevó su mano a su propia entrepierna. La miró con un brillo especial en los ojos.

—Prueba si estás cómoda con ellas —susurró. Acercó la silla de la mesa y se sentó frente a ella. No era si no una invitación a que jugara un poco consigo misma. Sonrío de manera divertida, con algo de malicia y una mirada llena de sorna. Lo estaba disfrutando antes de que nada ocurriera, y eso se veía en el rubor fruto de la excitación en sus mejillas.

Verla cumplir su petición hizo que se excitará notablemente. Sin poder evitarlo había deslizado la mano bajo sus propios pantalones. Sonrío con coqueteo a la gatita y abrió las piernas sobre la silla, y le hizo señas de que se acercara con el dedo.

Se hizo a un lado los shorts y las bragas, dejando ver lo húmeda que se encontraba.

Movía la lengua de una manera exquisita, y le parecía que cada vez lo hacía aún mejor. Acariciaba su pelo y lo estiró sin querer cuando se vino, de nuevo en su boca. Jadeando, se lanzó sobre ella, tumbándola en el suelo y le arrancó con la boca la poca ropa que le quedaba.

Deslizó los dedos por su vientre, hasta llegar a su entrepierna y comenzó a acariciarle, dedicándose a morder sus pechos mientras tanto. Estaba siendo algo ruda, de manera que no era tan dulce como otras veces.