Un lugar donde olvidarse —Privado—

Los últimos días habían sido más que reñidos, tanto, que no había tenido ni un instante para disfrutar de si misma. Después de despedir a las gatitas, acabar el trabajo en la universidad y hacer unas compras, decidió dirigirse a las termas a tomar un baño relajante. O al menos a intentarlo. Después de desnudarse en las taquillas, y envolverse en una toalla se adentró de las termas, dirigiéndose a una pequeña, pero que estaba libre.

Se sentó en el borde, metiéndome únicamente las piernas, sintiendo un rápido rubor en sus mejillas debido al agua ardiendo. Aún no se atrevía a meterse. Apartó el largo cabello hacia un lado y bufó sonoramente.

—Tengo que relajarme... —cerró los ojos, suspirando profundamente.

Movía las piernas bajo el agua, sintiendo la extrema calidez, ahora más cómodamente. Aún con los ojos cerrados no vio venir a la mujer, o jovencita, que se metió en la terma. Abrió los ojos al escucharla. Era notablemente más joven que ella, se podía ver en la luz de su rostro, su cabello e incluso sus ojos, aunque allí no pudiera apreciarlos demasiado.

Esbozó una pequeña sonrisa cordial y volvió a centrarse en el agua. Hinchó el pecho de aire y finalmente se sumergió hasta algo menos de la altura de los hombros bajo el agua. Emitió un pequeño gemido de comodidad, volviendo a abrir los ojos, esta vez para mirar a la joven.

—Es espléndido, ¿verdad? —sonrió solo tenuemente.

Continuo con aquella fina sonrisa. La respuesta de la chica había sido, ciertamente tímida, o quizá simplemente concisa. Lo que le llevó a pensar aún más, que era joven. Miró alrededor, cerciorandose de que no mucha gente más vendría a aquellas horas de la avanzada tarde. Se deslizó sutilmente contra la pared de la terma, hasta quedar sentada, ahora cerca de la joven, y su nueva interlocutora. Clavó sus ojos azules en los de ella, ofreciéndole la mano con cordialidad.

—Ahora que somos compañeras de baño creo que es apropiado que nos presentemos —sonrió como lo hacía habitualmente, con el lado derecho ligeramente más ensanchado— Soy Cindy.

Se quedó contemplándola con curiosidad, aún con la mano alzada, esperando a que la estrechara.

El tacto de su mano era cálido, aunque quizá simplemente se debiera a efecto del agua ardiendo en la cual se estaban bañando. Imitándola, volvió a sumergir el brazo en el agua, aún contemplándola con aquella extraña y sincera sonrisa dibujada en los labios.

—Karen —pronunció el nombre como si lo saboreara, ahora mirando hacia algún punto del lugar— Me gusta.

Rió tenuemente, la suya era una risa argentina, con un deje ronco al igual que su voz. Se movió ligeramente, pues no quería humedecer su cabello en el agua. Algo abordó su cabeza, y si la chica era una de las estudiantes de la universidad. No, parecía algo más joven que eso. Volvió la mirada celeste hacia ella.

—Pareces estudiante.

Así que después de todo era joven como había esperado. Continuó contemplándola a sus ojos, sin poder evitar soltar una ligera carcajada. Realmente su comentario era un halago. Movió un poco más el cuerpo, disminuyendo la distancia que las separaba.

—Me halagas. Soy unos cuantos años mayor que tu —Sonrió, contemplando su bonito rostro, ahora que podía verlo más cerca— Trabajo en la Universidad, soy la rectora y profesora de historia.

Y realmente tenía un aspecto juvenil para ello, y era ciertamente joven, pero desde luego, cumplía sin ninguna duda con su trabajo. Continuó sonriendo a la muchacha, ahora con las mejillas tenuemente encendidas debido al vaho y al calor del lugar.

Simplemente continuo sonriendo con aquel imperenne deje cautivador. Desde luego que sentaban bien las palabras de una mujercita, tan guapa, como ella. Movió los brazos al exterior, pues ya empezaba a sentir las yemas de los dedos ligeramente arrugadas. Volvió a posar la mirada en ella, notando que como ella misma, también sus mejillas comenzaban a colorarse.

—Es mucho trabajo... No difícil —sonrió, algo meditabunda— Terminó realmente cansada, por eso estoy aquí. Sólo que no esperaba encontrarme una compañía tan agradable como la tuya.

Guiñó el ojo a la estudiante con cierta travesura, moviendo el cuerpo bajo el agua, que también comenzaría a ponerse tenuemente rojo en unos instantes.

Incluso a pesar del vaho, pudo notar que se había sonrojado, aunque no dijo nada al respecto, simplemente continuó sonriendo. Pensó unos instantes en sus palabras, contemplándola mientras se ponía cómoda en la terma, sin poder evitar contemplar su cuerpo. No era el de una niña. Miró a sus ojos de nuevo.

—¿Ensayar? ¿Tocas en algún grupo? —ensanchó la sonrisa, mirándola con curiosidad, sintiendo a cada instante que ella misma reducía el espacio, hasta que su brazo tocó ligeramente el de ella.

Sonrió aún más ampliamente, mirando un instante hacia el agua ardiente. Si es que la juventud es una época de mucha energía. Se sentía especialmente curiosa por la joven ahora. Cantante. Y parecía tan coqueta apoyada sobre el borde de la terma. Volvió a posar los celestes ojos en ella.

—Seguro que tienes una voz esplendida —sonrió de medio lado, mirándola con un cierto brillo— Ojalá pudiera ir a ver ese concierto.

Apoyada sobre la pared, se da cuenta de que ahora, sus pieles ya estan tocando. No obstante, no se aparta, y continua mirándola con un cierto aire soñador.

Mantuvo la mirada unos minutos más, sin decir nada, notablemente distraída. Y si buscara un rato libre para escaparse. Necesitaba distraerse, algo de buena música y olvidar los quehaceres de cada día. Ella también se giro en la terma, apoyándose con un brazo en el borde.

—Me encantaría poder ir. Sólo indícame dónde y cuándo —sonrió, sin despegar los gruesos labios.

Distraída sus dedos rozaban levemente el brazo de la joven. Su piel era cálida y suave, lisa y perfecta. Mirando aún a sus ojos, volvió a guiñar el ojo. Estaba segura de que pasaría un rato agradable en el concierto, sin duda alguna.

—De acuerdo, allí estaré —sonrió con dulzura, cerrando los ojos un instante como si grabara en la cabeza la fecha y el lugar. Volvió a abrirlos volviendo a mirarla. Se fijo en su rostro, en sus rasgos y los gestos que marcaba. Miró sus propios dedos, rozándola y los apartó tenuemente. Quizá la estuviera incomodando. Eso hizo que sonriera cínicamente.

—¿Te encuentras bien, Karen? —su voz era algo más dulce ahora, pero sus ojos seguían iguales, aún contemplando atentamente y profundamente los de ella.

El calor de la terma, la grata compañía y la situación estaba haciendo que se sintiera realmente cómoda, quizá demasiado. Qué estaba haciendo, estaba agasajando a una estudiante. No sólo es, se sentía tentada por ello. Volvío a posar las yemas de los dedos en su brazo, dibujando un pequeño círculo invisible.

—De acuerdo —sonrió aún más, ensanchando el lado derecho— Espero no parecer muy mayor para ir a un lugar como ese.

Río con socarronería. Simplemente bromeaba. No podía evitar dejar de mirarla, pero trataba de controlar sus propios sentidos. Pues no quería hacer nada que pudiera hacer que ella se sintiera incomoda de verdad.

Sin romper las pequeñas caricias en su brazo, escuchó a sus palabras con atención. Riendo solo tenuemente a lo que había dicho. Desde luego, tendría razón. Además, ella misma podía aceptar que realmente no parecía tan mayor. Aunque aquello quizá fuera bueno o quizá fuera malo.

—Me halagas, Karen —sonrió con énfasis.

Fue entonces cuando sintió sus caricias, y miró su mano para cerciorarse de que realmente la estaba tocando. Era un tacto agradable, atrayente, que hizo que sintiera un leve cosquilleo. La miró con los ojos entornados, y una sonrisa traviesa dibujada en los labios. Fingiendo que estaba incomoda en aquella postura, hizo que el espacio que las separaba se hiciera aún más pequeño. Con el brazo extendido contra el borde, pareciera que la estuviera abrazando con el.

—Y dime, qué clase de música hacéis —sonrió. Ahora podía contemplarla aún más cerca. Era innegablemente preciosa.

Asintió, mirando su dulce rostro, disfrutando de sus dulces caricias. Sus mejillas estaban ligeramente encendidas, ya no solo del calor, ni por la timidez, sino por algo aún más profundo que todo aquello. La cercanía era irrefutable, si se movía más, tocaría su rostro con la boca.

—No estará mal entonces —sonrió de una manera entre tierna y juguetona— Me preguntaba, si después del concierto podríamos tomar algo, un refresco, las dos juntas.

Acaso le estaba pidiendo una cita, o medio cita. No importaba, siguió deslizando los dedos por su extremadamente limpia piel, sin poder contenerse de dar un pequeño beso a la zona que estaba acariciando. Apenas fue un roce de sus labios.