Un lugar donde olvidarse —Privado—

La mayoría de las caricias que le estaba dando eran casi inconscientes, se había visto entusiasmada por la belleza y la energía de la joven. Que se veía aún más bonita cuando estaba sonrojada. Rió ligeramente, sino hubiera sido por el lugar donde se encontraban quizá hubiera hecho algo indebido. Se acercó a ella y posó con delicadeza los labios sobre su mejilla, dejando un dulce beso.

—¿Entonces nos vemos allí? —sin moverse, repitió el beso.

Esta vez si se movió, saliendo del agua cubriéndose el cuerpo con la toalla discretamente. Aún con los ojos azules clavados en la joven cantante.

Era directa, si bien normalmente su mirada hacía que las más jóvenes rehuyeran, ella no lo hacía. Eso le sonsacó una enorme sonrisa. Apretándose la toalla se dirigió nuevamente a ella.

—Creo que es hora de salir de aquí, se hace tarde —se mantuvo pensativa unos instantes para después mirarla de nuevo— Tengo el coche al lado, puedo acercarte a casa si quieres.

Sonrió lo más dulce que pude, aún así, la comisura de su labio se ensanchaba más por un lado.

—Será un placer —sonrió observando cada uno de sus movimientos y se dirigió andando con lentitud hacia los vestuarios. En el umbral de entrada, giró el rostro sobre el hombro para sofreírla.

—Nos vemos en la entrada.

Dicho aquello se dirigió a dar una ducha fría, acicalarse y volver a vestirse. Desde luego, la idea de ir a las termas había sido muy acertada. Se dio un poco de rojo carmín en los labios y atizó su larga cabellera dorada. Con la mochila al hombro se dirigió a la salida, esperando a su joven compañera.

Volvió el rostro lo suficiente para verla. Había encendido un cigarrillo y colgaba de sus manos pues tenía las manos guardadas en el largo abrigo negro. Su cuello estaba cubierto por una bufanda beige. Llevaba un uniforme escolar. Por muy madura que pudiera parecer, era una muchachita después de todo. No puedo evitar sonreír y admirar su gran belleza. Se acercó a ella cogiendo su cartera.

—No, sólo un poco.

Se dirigió a un coche deportivo, un sedán y dejó sus cosas en los asientos traseros. Se sentó en el asiento del conductor y se abrochó el cinturón, esperando que Karen hiciera lo mismo a su lado. Cuando lo hubo hecho exhaló el humo despacio por la nariz y lanzó el cigarrillo por la ventanita. Encendió la calefacción del coche y el motor.

—Tú me diriges. Es tarde, tus padres estarán preocupados —sonrío irónicamente, mirándola con una sonrisilla pícara dibujada en los rojizos labios.

Pisó el embrague y aceleró poco a poco, atendiendo a las instrucciones de la joven. Los primeros minutos se mantuvo en silencio, con la mirada fija en la carretera casi vacía. Normalmente conducía más rápido, pero ya que llevaba compañía lo hacía con un poco más de prudencia, sólo un poco. Rió con la chica también. Aún recordaba sus riñas y sus más y sus menos con sus padres cuando aún era una adolescente. Era una bonita época, singular sin ninguna duda.

Poco a poco el coche se fue calentando, y aprovechó un semáforo en rojo para deshacerse de la bufanda, lanzandola divertida contra su copiloto.

—Gracias por esta agradable tarde, Karen, ha sido divertido —sonrió ensanchando los labios.

Realmente había sido muy agradable y muy, quizá, intensa. Aún notaba la delicada piel de su interlocutora en sus dedos. Debía añadir, que bajo la luz de las farolas, dentro de su coche, se le hacía irresistible, más con aquel traje tan bonito que vestía. El uniforme.

—Por cierto, siempre que necesites un cable con tus exámenes no dudes en llamarme —aún conduciendo le tendió una tarjeta con su número particular. Continuó por la calle indicada y se detuvo, dejando el coche en punto muerto, con el motor ronroneando silenciosamente.

—O para lo que quieras... —su voz era ligeramente ronca, y dijo aquello mirando a los preciosos ojos de la chica, con una extenuante sonrisa dibujada en sus labios.

Se mantuvo mirándola en silencio por largos minutos. Si por ella fuera no hubiera dejado que se fuera a casa aquella noche. Carraspeó momentáneamente, apagando el motor del coche totalmente, pues era ridículo que estuviera consumiendo porque sí. Abrió la puerta y salió del coche, tomando la cartera de la chica y dio la vuelta al coche por detrás para abrir la puerta.

—Mademoiselle —le ofreció la mano para salir del coche, dedicándole una exuberante sonrisa.

Miró hacia los edificios en la cercanía preguntándose cual de ellos sería su casa. Y si estaría mal que la vieran acompañándola a aquellas horas de la noche. Aunque eso no le importaba lo más mínimo.

—Esa era mi intención, señorita.

Que lo pidiera ella le sorprendió aún más, aunque había sido su intención desde el momento en que se había bajado del coche para abrir su puerta. Le dedicó un guiño divertido, sosteniendo su mano aún con delicadeza y su cartera bajo el brazo. Miró alrededor esperando a que la guiara, siguiendo sus pasos en silencio hasta su casa.

Camino firme a su lado, mirando la calle ascendente. No le importaba demorarse un poco más si era con ella. Miró de reojo a la preciosa colegiala a su lado. Le resultaba que su próximo encuentro era demasiado tardío. Y aquella noche era viernes. Ambas se deslizaban como dos sombras bajo las farolas que iluminaban la larga calle.

—Me preguntaba —detuvo la frase sin detener la caminata, dirigiendo una de sus miradas especiales a la joven— ¿Tienes algo que hacer mañana?

Sonrío, de nuevo ensanchando la comisura derecha de su boca, mostrando la perfecta dentadura sobre los labios rojizos.

Pensó en la tarde de mañana, y nada le pareció mas tentador que pasarlo con ella. Asintió deteniéndose frente al portal de su casa ya. La miró directamente tendiéndolo la cartera con una enorme sonrisa dibujada en los labios. Clavó sus celestes ojos, ahora oscurecidos por la noche, en los de ella. Mirando su delicada y larga cabellera morada.

—Nada me parece mejor —ensanchó la sonrisa acercándose al portal, mirando a su alrededor— ¿Quieres quedar en algún lugar especial? Pasaré a recogerte.

Agitó las llaves del sedán en las manos, sin duda volvería a llevarla. Y esta vez, quizá se permitiera el lujo de correr un poco más. Quizá le gustara, eso le había parecido por su mirada.

—Qué me dices.

Apoyó el hombro en la pared, ladeando la cabeza ligeramente.

La florería estaba bien, sin duda alguna, era el lugar apropiado. Sonrió, asintiendo con la cabeza simplemente a su petición. Guardó las llaves en el bolsillo del abrigo y de nuevo con la bufanda beige en la mano hizo algo. Notó la súbita cercanía de la belleza adolescente y su leve sonrojo.

—No te resfríes —envolvió la bufanda alrededor del cuello de la joven, tenía el olor al perfume de la profesora— O mañana tendrás que cancelar nuestra cita y no quiero que eso ocurra.

Rió con cierto cinismo, estirando de la bufanda y con ello a la muchacha contra ella, para hacer algo, que sin duda ambas estaban deseando hacer. Inclinó ligeramente el cuerpo pues era más alta y posó los labios delicadamente en los de ella, dejando un pequeño y habido beso.

Despegó los labios, sólo un poco mirando a los ojos de la joven y sonriendo de nuevo. Besó la punta de su nariz divertida antes de separarse de nuevo. Notó que estaba algo nerviosa, era normal, quizá había sido algo impulsiva. Pero eso la divertía de sobremanera. Se apartó del portal dejándola espacio para que entrara, no quería distraerla por mucho más tiempo.

—Hasta mañana entonces, cuida de mi bufanda —sonrió, acercándose de nuevo, esta vez para dejar un beso en su mejilla.

Se dio media vuelta y se dirigió con las manos guardadas en los bolsillos de nuevo hacia su coche. Lo había dejado mal aparcado y no quería ninguna molestia por ello. Pensó en Karen, en su belleza, en su ternura, en sus labios y en lo bien que lo pasarían el siguiente día.